De la política ambigüedad del lenguaje
Me gustaría aclarar que esta reflexión va dirigida a esa mayoría de gente que cada día se levanta y se acuesta inmersos en este sistema que nos ha tocado sufrir, no busca la empatía de nadie más.
Corren tiempos convulsos. A estas alturas del saqueo al que nos someten, en la que todos -ya sea en primera, segunda o tercera persona- nos vemos obligados a asomarnos a este abismo tan profundo y tan jodido, resulta decepcionante comprobar cómo los medios de comunicación siguen haciendo del eufemismo el mejor cómplice de tanto sinvergüenza. La falta de contundencia, tanto verbal como escrita, dependiendo del canal, enmascara toda clase de actos deplorables a los que nos tienen acostumbrados muchos desalmados que encontraron en el poder la distancia más corta entre conciencia y lucro.
Hartos como estamos de que no pase un solo día sin que salgan a la palestra las fechorías de algún político ladrón, no obtenemos sino el epíteto presunto para todos ellos, mientras que nuestros deberes, esos sí, son fijos, punibles e inexorables. Y en esa tregua mediática en la que dichos criminales encuentran su amparo y se mueven a sus anchas, cada día resulta menos extraño que a la desmantelación de los sistemas educativo o sanitario -solo cito ambos por poner un ejemplo- que son derechos fundamentales, se le llame recortes, al despido o maltrato masivo de trabajadores se refieran como expediente de regulación de empleo, a dejar a familias necesitadas en la calle deshaucio, a que el partido mayoritario de la actual democracia haga uso y abuso de una caja B, sobresueldos opacos y a poner el culo a merced de los bancos, rescate. Cualquier pseudovidente podría vaticinar que no está lejos el día que, viendo los informativos, a la gente que esté literalmente muriendo de hambre, víctima de algunos de estos cretinos sin escrúpulos, se les tildará de inadaptados. "No supieron estar a la altura del estado del bienestar", rezarán los medios en las secciones de sucesos.
Y no estoy hablando de utilizar la descalificación gratuita y soez por sistema, no. Pero sí se echa en falta ideologías editoriales al margen, juzgar la evidencia objetivamente, descargando más rabia hacia los que, tráfico de influencias mediante, gustan jugar con nuestro pan. El uso de un lenguaje menos anéstesico, más crudo, que azuce un poco a la sociedad para que sea esta misma la que se replantee hasta cuándo vamos a tener que soportar a tanto villano.
Ya va siendo hora de llamar al pan, pan y al vino, vino.