Nuestros media, muy tendenciosos, comienzan la historia de Chávez en 1992 con su golpe de estado, pero podrían empezar en 1989 cuando, el pueblo venezolano, acosado por medidas de ajuste neoliberales, se sublevó saqueando supermercados para conseguir comida, y el Ejército mató a más de 3.000 personas. De ahí el levantamiento de Chávez, que fracasa. En 1999 el pueblo lo elige y comenzará un camino que revolucionará el continente. Consigue que la empresa petrolera estatal no dilapide los beneficios con sueldos a los directivos, sino que estos recursos lleguen al erario público, se insubordina al Fondo Monetario Internacional, pone en su sitio las multinacionales que operan en el país, impulsa las misiones de sanidad, alfabetización, educación primaria, secundaria y universitaria, cultura, economía cooperativa,... y un sin fin de medidas de todo tipo, impulsando la democracia comunitaria, al tiempo que gana procesos electorales uno tras otro, invalidando totalmente el calificativo de dictador.
Todo esto activa a los adversarios que intentan desestabilizar y llegan a intentar derribar el Gobierno: en 2002 el Ejército secuestra a Chávez y la patronal toma el poder, con la bendición de Estados Unidos y Aznar. Pero el pueblo y el Ejército fiel revierten el golpe en un caso sin precedentes. La revolución bolivariana llega a ganar hasta 13 elecciones, se erradica el analfabetismo, el gasto social sube al 60%, se reduce un 44% la pobreza y se contaminan otros gobiernos latinoamericanos bajo este influjo.
De momento el socialismo del siglo XXI no llega a Europa, porque estamos demasiado obsesionados pagando la deuda. Pero América Latina ya vivió las décadas perdidas de los 70 y 80, y luego ha reaccionado con gobiernos muy de izquierda. Haremos bien en aprender de ellos y no esperar soluciones de las políticas de austeridad. Allí fue necesario dar un puñetazo sobre la mesa y modificar las reglas de juego para que la economía estuviera al servicio de las personas.