Somos muchos los que desde finales de los sesenta hasta nuestros días hemos pasado por un tatami, educándonos ahí, donde aprendimos a tener perseverancia, autoestima, autocontrol, humildad, respeto a los compañeros, al entorno, a la persona que nos enseña, etcétera; en definitiva, a ser personas dentro de la sociedad.

Yo empecé el 4 de abril de 1979, a punto de hacer 10 años, un niño pequeño y flacucho, en definitiva, ese niño que dejan sus amigos el último cuando se eligen equipos, descubriendo que un niño coordinado y flexible también podía ser un deportista. Combine la práctica diaria con mis estudios y al finalizar la universidad decidí que mi vida estaba en un tatami, y ahí estoy a diario. Hoy dirijo una pequeña empresa de gestión, formación, extraescolares y consultoría en servicios deportivos y, cómo no, las artes marciales son parte importante en ella.

Dos grandes escándalos últimamente han manchado el buen nombre de todas las artes marciales, el caso Kárate en Canarias y la noticia de estos días en Bilbao. Estos casos aislados no representan para nada a los profesionales o numerosos practicantes de nuestros deportes (karate, judo, taekwondo, etcétera).

Por todo ello, animar a los padres a continuar depositando su confianza en nosotros, así como a aquellas personas que desean realizar una actividad física para mantenerse ágiles y sanos, sin distinción de edad.

Somos numerosos los profesionales que, sin perder los valores marciales, enseñamos y dirigimos entrenamientos a diario sin considerarnos monjes, curanderos, maestros divinos y huimos de misticismos y tonterías; formando parte de las diferentes federaciones, que, como no pudiera ser de otra forma, supervisadas por las instituciones públicas.