En abril de 2013 llamé a la doctora Vigata, mi médico de familia, indicándole mis síntomas de anemia. La profesionalidad de la doctora, junto a la celeridad del doctor Santiago, obviamente siguiendo los conductos reglamentarios, me llevaron hasta el diagnóstico oficial: leucemia.
Seguí sin dificultad el tratamiento adecuado hasta que ingresé en Virgen del Camino el día 10 de septiembre. Las cosas seguían tan bien que el equipo de hematología me propuso la posibilidad de transplante de médula. La suerte quiso que mi hermano fuera compatible y que tuviera una magnífica disposición, así que me trasladaron al Hospital de Navarra, se realizó el trasplante un poco antes de Navidad y el 15 de enero me mandaban a casa. Actualmente el seguimiento de la enfermedad lo hacen, magníficamente, el doctor y la doctora, con sus correspondientes y eficaces enfermeras. Hasta aquí el proceso, que continúa.
Quiero agradecer desde el primer momento a todas las personas que componen el extraordinario equipo de Hematología, por su información, alto nivel de preparación, disposición, simpatía, empatía y en resumen por su gran calidad humana: categoría.
Todo esto quiero hacerlo extensivo asimismo al equipo de enfermería, celadores, scanner, digestivo, limpieza, quirófanos, analistas, etcétera. A todos por igual en Virgen del Camino y Hospital de Navarra.
Como no puedo decir lo mismo de la comida hospitalaria, paso a otros agradecimientos.
Quiero agradecer también a mi mujer, Neli, y su cocina por el amor puesto en todo momento, teniendo además que trabajar a más bandas, saliendo airosa de ellas: la vida inesperada. A mi hermano Jesús Javier por su disponibilidad y generosidad para el transplante. A los que me han rezado desde la catedral de Pamplona hasta doña Francisca Laurinda, de Itapiuna, Fortaleza (Brasil). A mis hijas Leire, Miren e Iruña porque han estado ahí siempre que han podido. A las de Irurzun. A mis familiares. A todas mis amistades, todas: sanitarios o no, peluqueras y cuidadoras de lujo, director espiritual, psiquiatra de bolsillo, en fin, sin exclusiones, amigos políticos, curas, banqueros y gente de bien. Desde fontaneros de élite hasta limpiabotas de las tres ZZZ, como yo.
Mi agradecimiento es tal que para nada añoro mi estado pasado de buena salud, porque valorando como es debido lo que tengo a mi alrededor y el servicio recibido en la sanidad pública, me considero un privilegiado.
Un abrazo y recuerdo a todas las personas que me han hecho y me están haciendo un camino de lo más llevadero. No debo terminar esto sin agradecer a todos los donantes, porque son lo Más...
PD: La última palabra, Más, es con mayúscula, pues se refiere al apellido del presidente de Adona (Asociación de Donantes de Sangre de Navarra).