Un rey es eficaz maestro de ceremonias en toda clase de entrega de premios y reconocimientos habidos y por haber; es también autoridad requerida o necesaria para presidir importantes actos oficiales de actualidad, a los que comunica e infunde la magia aceptada del pensamiento simbólico, y a los que engarza con los ritos del pasado inmemorial en lo que supone una especie de comunión histórica. Yo creo que desde el momento en que ciertas supremas representaciones del poder y de la autoridad política se mantienen unidas a la condición y el emblema hereditario (al carácter dinástico) y se nos presentan como indiscutibles, ese simbolismo, que alcanza las esferas de lo sagrado en su comunicación con el todo, que está a nivel muy superior a lo profano y popular, necesita de presuntos sondeos de los think tank madrileños, Fundaciones ad hoc, encuestas del CIS, que ponderen metódicamente la total aceptación de la monarquía y las continuas e inagotables manifestaciones de cariño popular hacia la familia real . Necesita esa dosis propagandística que materialice cierto entronque sentimental.
Pero en el momento actual, en que PP y PSOE han dejado de compartir en exclusiva todas las claves de los cerrojos, soy de los que cree que al pueblo español se le debe una etapa de apertura a referéndums. Uno de los cuales se encaminaría a pulsar el grado de aceptación ciudadana de la monarquía hereditaria en la jefatura del Estado, tal como quedó prescrito en el texto constitucional de 1978. Creo que las nuevas generaciones de nuestro país, junto a las anteriores, tienen y tenemos todo el derecho de manifestar a pie de urna -y sin pensamiento simbólico que lo condicione- la cuota parte de espíritu monárquico y de espíritu republicano que sigue campando por estos lares. Estos jóvenes conectados al smartphone y a la precariedad laboral, que tendrán que hacer frente al tsunami de la deslocalización y cuyo ritual de tránsito les exige realizarse como becarios en prácticas, se inclinan por la democracia directa de las urnas para acceder al grado de conciencia real de la realeza que existe hoy día entre nosotros.