Alba Molina en ‘Flamenco on fire’
En primer lugar, quiero dejar claro que me parece una gran idea la de este festival, de cara a divulgar y acercar al público el arte flamenco con las distintas actividades programadas.
No soy aficionado al flamenco pero me gusta oír cantar bien y me gustaban Lole y Manuel, lo que me llevó a acudir a la actuación de su hija Alba Molina.
No voy a entrar a valorar la actuación, pues entendidos habrá que lo hagan. Pero sí tengo algo que decir sobre la organización de este concierto. Nada más llegar al local, no me pareció el más adecuado para un acto de este tipo, la distribución de mesas, mesas reservadas, no sabía uno dónde colocarse.
Una vez colocados, comenzó la espera. La hora oficial de comienzo eran las 23.30 horas. Pues bien, dieron las 23.30, las 23.40; a las 23.45 empezaron algunas palmas de protesta; a las 23.50 arrecian las protestas, bajan las luces; a las 23.55 sale un señor de la organización a disculpar el retraso, disculpas que el público no acepta y a las 24 horas comienza el espectáculo.
Las mesas reservadas, vacías. En las disculpas dicen que estaban esperando a que salieran del otro espectáculo (Farruquito). Un poco de respeto, señores.
Durante el concierto entra gente, ocupan mesas, comen, camareros para adentro y para afuera... Con todo esto solo quiero decir que si pretenden que el flamenco se aprecie y respete tendrán que aprender lo primero a respetar al público, al igual que el público hizo con los artistas a pesar de la espera.