Cierta España desgarrada y carcelaria, / la que decían iba a salir más fuerte de este fiasco / era también la de los ojos abiertos al asombro, / la de los labios abiertos al agravio. /

Cierta España pertrechada de sentencias / allí en primera línea de batalla / mantenía atrás todo un generalato político / que agazapado la entretela se encumbraba, / dejando a nuestro sentir democrático escapar / hay quien dice que en penosa retirada. /

Cierta España superficial, cainita y taciturna, / la que odiaba la inteligencia, la que fingía la alabanza, / vigorizaba un Parlamento, de fino empaque taurino, / que da orejas al que brama / y un cuerpo senatorial que era más tela de araña. /

Cierto Estado de ley escrita y judicatura / se alejaba del idioma político de consensos / y del grado necesario de empatía. / Más bien era lo contrario. / Y una ciudadanía poco obediente ignoraba olímpicamente el mito / de la separación de los poderes. / Todo estaba dispuesto para un otoño kafkiano.

Cierta otra España aspiraba / a poder abrazar por fin a una justicia. / Esa añorada justicia democrática dentro de la cual / la ciudadanía ya no siente que está como atrapada.