El pasado 30 de mayo falleció, a los 85 años de edad, mi hermano gemelo, y por fin ha descansado en la paz del Señor. Su encantadora mujer, Ana Mari, se encuentra en una situación delicada con el dichoso alzhéimer. Este matrimonio no perdió el tiempo. Ya nos advertían en aquellas misas de las 12 de los domingos: “Padres y madres tened hijos para el cielo”. Cuatro hijas, María del Carmen, Blanca, Anabel e Inma. Y un hijo, Juan Esteban. Lo que entonces se llamaban familias numerosas. La mujer trabajando en casa y el hombre con contratos laborales con las dichosas horas extraordinarias. Mi amigo periodista Félix Monreal calificaba con mucho acierto que se trataba a aquellas parejas como el buey y la mula.

La verdad es que tener hijos no es ninguna broma. Ellos tienen otro concepto de la vida y procuran tener los menos hijos posibles. Mi hermano gemelo fue un verdadero ebanista. A los 13 años fue valorado por Muebles Ezcurdia a raíz de una arqueta de madera que le permitió su contratación en cualquier carpintería que él quisiera. Quiero creer que se encontrará con José el Carpintero y que le servirá para entrar en el reino de los cielos. Trabajó también en Francia y valoraba mucho a François Mitterrand porque, aparte de ser presidente de la República, se enamoró de 3 mujeres a la vez, y para mi hermano eso era cosa de valientes. Tuvo suerte con su Ana Mari, y cuando yo le decía que ella era su santa esposa, él respondía enseguida que conforme con lo de esposa, pero vamos a olvidarnos de lo de santa. Siempre me recordaba que las mujeres nacieron de la costilla del hombre, sus hijas, todas ellas feministas, no estaban de acuerdo, como nos pasa a todos con las nuestras.

Recuerdo a mi mujer que me dejó un 17 de noviembre del 2014 en la mayor de mis soledades. Hermano Esteban, según nuestra madre éramos dos en uno y, la verdad sea dicha, todavía sigues estando conmigo.