Esta carta he titulado así, pero sirve para todos los profesores y alumnos avanzados de cualquier materia. Estudiar alquimia es repetitivo. Se nos habla en un lenguaje que aburre bastante y uno no entiende casi nada. Pero de vez en cuando, entre líneas, hay mensajes o perlas que no encontramos en otro tipo de libros. Pasa algo similar con los libros de Gopi Krishna, trata los temas de forma repetitiva, reiterativa, cansan en parte (aunque llevan una progresión bien estudiada), y además se nota que lo hace intencionadamente. Como para ligar mejor el tema. Él conoce los mensajes profundos de Jesús: “Son muchos los llamados y pocos los elegidos”. Se supone que hay una criba. Yo diría algo así, si no queréis someteros al lenguaje de Gopi Krishna, podréis ser unos “vividores de la vida” pero no alumnos (discípulos de un verdadero maestro). Kundalini, el yoga de la energía. Kundalini, el secreto del yoga. La finalidad del yoga, etcétera. Escribió 17 libros, murió en 1984 y nos está hablando, mejor que nadie, de lo que pasa ahora. Escribió para el futuro. Yo llevo 33 años practicando y estudiando, y justo cuando estamos empezando a profundizar las energías de kundalini en el grupo al que asisto se nos recomienda leer estos libros. ¿Por qué? Porque uno ha de recordar que en la vida todo tiene un riesgo. Pero tranquilos, solo con leer los libros no se despierta la energía kundalini. Hay que trabajar ciertas técnicas de concentración y respiración. Y además sucede como en una llama: una vela enciende la llama de otra vela. Pero también es verdad ese otro dicho, un ciego conducirá a otros ciegos a un precipicio. Por lo tanto, ¿qué es lo que estoy sugiriendo? Que se lean los libros de Gopi Krishna en actitud de humildad hacia el ser supremo consciente que domina todos los universos que puedan existir. Que se lea con humildad, con paciencia, con ganas de querer comprender la finalidad de nuestra existencia. Si lo hacéis así, yo os garantizo que os quedaréis sorprendidos de unas cuantas cosas. Se podrá comprender la relación entre ciencia y espiritualidad.

Ayer, 25 de noviembre, fue una de esas fechas que nadie desearía celebrar. Una efeméride suele ser correcta solo para un lugar específico de la Tierra. Habitualmente tales efemérides cubren varios siglos del pasado y del futuro. Esta, en concreto, envuelve desgraciadamente nuestro país. Poco tiene de celebración el Día Internacional de la violencia de género. Es un día gris... negro, para tantas personas, familias, que han visto arrebatados a sus seres más queridos. Un día que más que celebrar habría que eliminar del calendario al tiempo que se erradica la violencia de género. Celebrar días tan oscuros solo nos fragmenta aún más como sociedad. No podemos avanzar hacia la igualdad mientras sigamos perpetuando diferencias tan marcadas aunque solo sea en el calendario. El día internacional del hombre también existe... y está ahí fuera. Es el 19 de noviembre. Las diferencias de género existen, pero tenemos la posibilidad y la responsabilidad de caminar juntos en la misma dirección. Eso implica tener conciencia y, sobre todo, motivación de cambio. El 25 de noviembre se está convirtiendo paulatinamente en arte de trincheras. Durante la Primera Guerra Mundial era común que los soldados en el frente de batalla recibieran postales en blanco (llamadas feldpostkarten) para que se comunicaran con sus familiares en casa. Muchos escribían mensajes detallados pero otros, como el joven alemán Otto Schubert, prefirieron enviar pequeñas obras de arte. Cada año somos más sofisticados a la hora de celebrar este macabro día y hemos convertido una guerra de trincheras en arte. Y convertir la guerra en arte tiene sus inconvenientes. Como, por ejemplo, la creciente fragmentación de la sociedad. Y lo cierto es que mientras sigamos inmersos en ese continuum de celebración y diferenciación, seguiremos alimentando, casi de forma automática, patrones de indefensión y violencia. Y así, seguiremos asistiendo, perplejos, a la sucesión de manadas en lugar de a su disolución. Seguiremos observando cómo la violencia habitual es tipificada como ocasional... cómo la impunidad sigue marcando tendencia. Como siempre, tendremos que seguir mirando fuera para percatarnos que existen otras formas de hacer que la violencia es independiente del género, que celebrar por costumbre lo que nos daña por hábito no nos devolverá a nuestros seres queridos... ni siquiera liberará a quien nos hirió.