Que el ser humano es capaz de alcanzar logros maravillosos, pero que es al mismo tiempo la especie más destructiva lo sabemos bien quienes velamos por el bienestar de los animales. Asociaciones y rescatistas particulares realizan, también en Navarra, una encomiable labor de silenciosa lucha contra una lacra de maltratos, abandonos e indiferencia que debería avergonzar a cualquier sociedad civilizada que se precie.

Son horas de insomnio, vigilancia, cuidados, traslados, difusiones de personas anónimas que altruistamente se preocupan por los grandes olvidados. Son cantidades inasumibles de euros destinados a manutención, guarderías, veterinarios.

Son incalculables motivos para el sufrimiento, la preocupación, la impotencia por seres sintientes que otros desprecian, dañan, abandonan a su suerte.

Esas personas somos muchas, cada vez más, aunque inexplicablemente moleste a algunos. No somos lunáticos ni desgraciados ni carentes de afectos o víctimas de ninguna tara mental. Somos personas normales, con un trabajo como el suyo, con brillantes carreras académicas y profesionales en muchos casos, hipoteca, pareja, hijos y mayores a cargo, preocupados y ocupados por la insolidaridad hacia humanos y animales, por el medio ambiente; activos, inteligentes, implicados en mil y una causas; en ocasiones felices, queridos, reconocidos, siempre sensibles? y hartos.

Hartos de impunidad ante tanta maldad hacia los más indefensos y de la desidia de nuestras administraciones. Hartos de suplirles en el ejercicio de sus responsabilidades. No pedimos que todos amen a los animales, que les socorran o abran las puertas de sus casas para ofrecerles cobijo, pero sí exigimos respeto, a ellos y a las muchas personas a quienes sus vidas importan.

Lo acontecido en Burlada es absolutamente inaceptable. Un derribo en el que se han segado vidas de inocentes allí guarecidos, en el que algunas madres felinas han intentado salvar desesperadamente a sus pequeñas crías, en el que muchos seres han quedado agonizando entre escombros.

Un derribo en el que se desoyeron súplicas, en el que se advirtió de su presencia, en el que tan sólo se pidió infructuosamente un poco de tiempo para ponerles a salvo.

Un derribo en el que hubo una falta de humanidad, de empatía, del más mínimo instinto de protección hacia otras personas que hoy nos llena de tristeza a muchos.

A otros debería llenaros de vergüenza y de autocrítica, asesinos.