Sabido es que los hombros sirven para sujetar la cabeza y la txapela. Además, y muy importante, sirve para acaballar a los hijos, nietos y biznietos hasta que pesan demasiado para sujetarlos. Es difícil ver más felicidad acumulada en el espacio que a un abuelo con su nieto sobre los hombros. Si sopla aíre, los niños saben que la naturaleza les saluda con fervor y ellos responden: fu, fu fu. Es hermoso, pero la sombra de la pena amenaza la fe en el hombre, cuando piensas lo lejos y correoso que está para el niño, y si es niña más, la paz de los justos y de los injustos. Y si es pobre, peor. Ahora los padres besan a sus hijos, pero antaño no. No tenían tiempo de besar y perdieron la costumbre. Al padre, al abuelo, y al pobre bisabuelo, cuando sujeta en los hombros a su niño o niña, se le alborotan los pelos, si los tiene, de amor.