Nos falta ingenio y nos sobran palabras. Es un precepto que me vale para definir la ruina de este circo político al que asistimos, aunque más aún para explicar los (torpes) trucos de la izquierda abertzale.

Estamos en pleno candelero con la investidura de María Chivite, equilibrista en la cuerda floja que une Madrid e Iruña, atravesada por los cañonazos de una derecha sedienta de poder. No contentos con la payasada de acusar al PSN de salir al ruedo con “populistas” y “etarras”, el simple paso de EH Bildu por el aro de la abstención les ha dado para más bromas, siempre de muy escasa gracia.

En medio de este espectáculo, y por si los hombres bala fuesen pocos, el consistorio de Oñati anuncia la salida de la jaula del expreso Xabier Ugalde, secuestrador y experto en explosivos, a la vez que Zabaleta Baldo, depredador de cinco personas por los mismos medios, ha salido a rugir a Hernani. Una magnífica oportunidad de amaestrar a las fieras y condenar abiertamente sus recibimientos, no solo por indignos, sino por simplemente innecesarios. Lejos de ello, la domadora Bakartxo Ruiz ha instado a la sociedad civil a presenciar “con normalidad” el esperpento, enfadando más a un público candente y enfeando a un gobierno navarro que sale débil a escena.

A principios de julio hablaba en este diario de la provocación que suponían los numeritos de la derecha española en Altsasu. En vista de que tanto unos extremos como otros se empeñan en seguir arruinando la función, es más necesario que nunca apoyar una dirección moderada y convergente que ponga en marcha este gobierno, si queremos que Navarra deje de ser un circo para ser casa de todas y todos.