Con la llegada del verano, el calendario se llena de festivales de música que generan en el mundo unos doce billones de dólares al año y cientos de miles de transacciones bancarias. Pero la imposibilidad de validar la autenticidad del billete hace florecer la picaresca de la reventa, las falsificaciones y el fraude. De hecho, hay quien se dedica a comprar entradas masivamente desde las páginas web oficiales, para después revenderlas.

La digitalización y seguridad en la venta de entradas es ya una realidad con el uso de protocolos como Blockchain: una solución tecnológica digital -cuyas múltiples aplicaciones no pueden resumirse en tan poco espacio- que permite rastrear el recorrido de las entradas digitales, especialmente en los grandes eventos que utilizan diferentes sistemas de acceso. Con esta tecnología se asegura que el ticket que se adquiere es único, válido y seguro de cualquier estafa -incluso si se compra en el mercado negro-.

También existe la opción de que la entrada consista en un código QR que cambia cada 10 o 20 segundos, de manera que no se pueda duplicar. De esta forma, los tickets cuentan con un historial transparente en cuanto a la emisión, reventa y liquidación de la entrada para todos los actores del mercado. En España, la startup española Tracer apuesta por las entradas inteligentes (smart tickets, en inglés) y utiliza este sistema descentralizado para rastrear las entradas y localizar a los que quieran hacer negocios con ellas.

Las administraciones públicas deberían hacer pedagogía entre los consumidores sobre el uso de estas nuevas tecnologías, que ya son el presente, instalando puntos informativos en los recintos de los conciertos. Que no pare la música.