Tengo la extraña sensación de que el delegado del Gobierno en Euskadi tiró la piedra, escondió la sensatez, y burló a la inteligencia. Imagino que al ver impresas sus declaraciones y al comprobar el evidente desconcierto causado ha llegado a pensar en aquel dicho: “Si Dios no quería vernos trasquilados no nos habría hecho borregos”. El delegado del Gobierno alerta “¡A la larga vuelve ETA!” cuando lo que realmente nos tememos que vuelve es la insensatez a los despachos en los que “la búsqueda a base de reflexión del justo valor de las cosas” -así de preciso se mostraba Erasmo en su época- debería ser también hoy una exigencia severa a la hora de ocupar el cargo y un deber primordial ante la ciudadanía.

Mucha gente en este país ha hecho muchos esfuerzos para llegar a la situación de pacificación y convivencia actual. No es inmejorable, no; definitiva, no. Pero es la que nos esforzamos por mejorar día a día, pueblo a pueblo dentro de este pequeño territorio en el que nos conocemos casi todos, y en esta España plurinacional como realidad política que el propio presidente en funciones, Pedro Sánchez, genéricamente comparte.

Especialmente el párrafo en que habla de los niños y chavales que acuden a estos homenajes para “exaltar a los terroristas y legitimar su actividad sin una autocrítica del mundo abertzale” y concluir que “a medio plazo aboca a una posibilidad de rebrote del terrorismo”, opino que es equívoco en lo conceptual, superficial y simplificador en el argumento (creo que a medio plazo aboca a más posibilidades y que este proceso, bien dirigido por el Gobierno Vasco, no es reducible a estereotipo de foto fija, sino a profundo análisis de actitudes y comportamientos complejos), arrollador en la conclusión, como es evidente; y es que, Jesús, nadie es tan pequeño que no haga algo de sombra.