Lunes, dos de septiembre de dos mil diecinueve. Según calendario también puede coincidir con el primer o tercer día del mes. Miles de maestras y maestros hemos vuelto a las aulas. Verano de oposiciones con el resultado de casi el veinte por ciento de las plazas ofertadas sin cubrir y cientos de opositores/as suspendidas con calificaciones próximas a la humillación: ceros, unos? Sabiendo todo lo que supone un proceso selectivo a la Administración Pública en cuestión de esfuerzo, cansancio, coste económico, desgaste personal, energía empleada, amistades, parejas, familias dejadas de lado por largos meses, etc, hago una reflexión por si a alguien le puede corresponder o quiere plantearse un cambio: miles de puestos de trabajo para las diferentes especialidades de Magisterio se van a cubrir con opositores/as que han recibido calificaciones muy similares a las extintas muy deficiente. Haciendo autocrítica como docente considero plausible incluso lógica la penalización exhaustiva de las faltas de ortografía por parte de los tribunales. Pero es inaceptable que, al menos en dos de los planteamientos de los casos prácticos en la parte teórica, hubiera errores. Grave incoherencia.

¿Por qué no damos paso a exámenes tipo test, con corrección automática por medio de plantilla en la parte teórica, y así poder valorar verdaderamente a cada persona en la defensa oral? ¿Cuántas veces ha ocurrido que el personal que conforma el tribunal que evalúa conoce o ha trabajado con opositores? No se trata de una acusación. Sabemos que el mundo de la Educación como tantos otros dentro de la Administración es muy pequeño y existe mucho movimiento de personal año tras año. Enhorabuena a todas aquellas maestras/os que estrenáis funcionariado en prácticas. Ánimo a los/as que lo habéis peleado y os habéis quedado en la criba. Llegará. Y sobre todo porque, más allá del uno o dos y medio desacreditador de vuestro examen, vais a seguir ejerciendo y luchando día a día en el aula por una escuela más digna y justa y que todo ello se refleje en esta sociedad anestesiada por el individualismo y la competitividad. Yo le doy a enviar con dirección: calle Santo Domingo número 8. Mientras tanto los niños y niñas navarras ya estarán en sus pupitres y suelos de goma.