Iba acompañado el poeta de sus amigos a las vaquillas de aquel lindo pueblo de la sierra de Gredos; habían comido cabrito asado y regado con vino sus conversaciones sobre el arte, la sociedad y el planeta tierra para, después de breve siesta, acudir a la arena donde el pueblo disfrutaría de las carreras y pases que entre las fabulosas bestias y los mortales tendrían lugar: iban decididos a entrar en el ruedo. Al final solo el vate se arrojó, con más de medio siglo a la espalda. Miedo el minotauro infundía atacando incesante a unos y otros. En la mano portaba un libro de poemas de un célebre autor griego, el sombrero panamá siempre puesto y la humeante pipa en la boca, mientras con la otra ejercitaba con el capote algún pase. Fiesta y riesgo, la exposición gratuita de la vida ante los cuernos, el arrojo, la valentía o la locura y la temeridad.

El final del verano reclama regocijo con la cosecha, las parras se muestran adornadas por racimos de uvas fecundas y se suavizan las áridas temperaturas. España es país de arrojo y atrevimientos. Pero lo inesperado es posible, como en el ruedo puede ocurrir el accidente fatídico. Y sucedió. Cambió la dirección el bóvido feroz y mientras se apresuraban los pasos del versificador, calzado con vestido adecuado para elegante fiesta que no para correr en la arena, resbalaron y su cuerpo cayó. Entonces llegó el ímpetu del astado y fue arrollado, corneado, magullado, mientras la plaza se levantaba con asombro ante el mortal peligro. Mas los poetas son también inmortales y se pretenden, en su vanidad, de la casta de los semidioses. Así se levantó y, colocado de nuevo el sombrero, volvió a salir al ruedo para saludar con grácil gesto al vacuno que le había abatido. El alcalde de esa hermosa población, Candeleda, le honró haciéndole subir al presidencial balcón y luego bajaron a la plaza a recibir aclamaciones y aplausos que también un grupo alegre de hermosas jóvenes, las brillis, le hacían entre fotografías y alegrías. Así es nuestro surrealista planeta en estas tierras, pues en España la osadía se premia, aunque locura sea. Pero no sucede lo mismo con nuestros gobernantes, y a veces no se tiene en cuenta que mientras viene el toro puede acaecer un fatídico resbalón que lo destruya todo.

Hay países que están mejor cierto tiempo sin gobierno, pero, ¿es adecuado este momento? No llegaron a un acuerdo los partidos políticos para gobernar los pueblos, pero el problema catalán sigue sangrando con las heridas abiertas, y si no se comienzan a limpiar y sanar una trágica muerte del Estado español podría llegar con su posterior descomposición -aguardan los vascos-, y a pocos agradaría la consecuente putrefacción.