Llevamos mucho tiempo viendo y leyendo en los medios que los pueblos y aldeas se quedan sin gente, se vacían poco a poco y nadie desde las instancias le pone remedio. En algunas ocasiones, gentes de otros países acaban instalándose en estos pueblos y poco a poco van superando inconvenientes y consiguiendo vida y tranquilidad. En otros pueblos, los alcaldes quieren atraer a las gentes asignando premios económicos y hasta ofreciendo casa o habitación a precios simbólicos para que haya más población, y sobre todo más nacimientos. Siempre somos los mismos los que tomamos las riendas para una posible solución, las entidades gubernamentales tienen la mirada puesta en otros horizontes más mezquinos. Por otro lado, estamos asistiendo a desastres ecológicos de gran envergadura como el ocurrido en el mar Menor de la región de Murcia, con miles y miles de peces muertos; también hace unas semanas vimos cómo ardía el Amazonas y también cómo se están separando las masas polares de hielo por el calentamiento global. Podía enumerar muchos más desastres si añadimos las guerras en Siria, Líbano, Yemen, Afganistán, Turquía y en otras regiones de África, pero es sabido sobradamente por todos. Y no podía faltar lo que está ocurriendo en Cataluña y sus futuras consecuencias, cuando la política no ha sido capaz de hablar, negociar, acordar, pactar y solucionar las cosas con diálogo y ha tenido que ser la justicia la encargada de romper esa senda del diálogo y el consenso. Yo creo que, como ha dicho algún periodista de La Sexta, poniendo como ejemplo a Dinamarca, en Dinamarca se arreglan las cosas dialogando , y además en este país y en el resto de los países nórdicos creo que nos llevan casi 100 años de adelanto en todo, sobre todo en democracia y en libertades sociales. Si este país no sabe responder, por sus políticos de turno, a las necesidades básicas del pueblo (pensiones, justicia, trabajo digno , vivienda, mujer, etcétera), estaremos más perdidos que una aguja en un pajar.