Son las que dejan huella para siempre: Santa Teresa, Madame Curie, Marguerite Yourcenar, Dolores Ibarruri, Selma Lagerlöf o la montañera vasca Edurne Pasaban. También en España han brillado lideresas a las que no se les ha hecho la justicia debida. Esperanza Aguirre, que como presidenta de la Comunidad de Madrid inventó un sistema de financiación para el PP muy evolucionado basado en la corrupción que le ha llevado injustamente ante los tribunales. Ana Botella, la políglota alcaldesa de Madrid, esposa de José Mari Aznar, que vendió las viviendas municipales a varios fondos buitres a precio de saldo. Promocionó la candidatura de Madrid para el mundial de fútbol con el ocurrente slogan: Relaxing cap of café con leche. Susana Diaz, que ha perdido las elecciones a la presidencia de Andalucía por la sentencia de los ERE. Isabel Diaz Ayuso, nueva presidenta de la Comunidad de Madrid, que propone reconocer que “el concebido no nacido sea considerado miembro de la unidad familiar”. Rosa Díez, la política cuya trayectoria se inicia en la izquierda en el PSOE, funda UPyD, partido de extrema derecha para ser diputada, pero como vende humo desaparece de escena. Ahora vuelve merodeando por el PP, implacable con la corrupción. Lola Cospedal, la creadora del ingenioso trabalenguas sobre la simulación del despido en diferido a Bárcenas. Las agresivas periodistas Ana Pastor y Mamen Mendizabal, quienes buscando protagonismo tienen la habilidad de interrumpir continuamente los puntos de vista de sus interlocutores. Carmen Calvo, política que no sabe distinguir la mentira de la verdad, y a la que frecuentemente le pierde su verborrea, pero cuando mete la pata no tiene ningún pudor en negarlas. En su ingenuidad no se percata de que siempre hay alguien indiscreto que le ha grabado haciéndolas públicas. Las primeras son referentes que honran a la humanidad. Estas últimas la degradan.