acabo de ver publicadas las tasas de pobreza por Unidades de Barrio de Pamplona 2017 y nada nuevo, más de lo mismo.

Según estos datos el riesgo de pobreza de Pamplona es de 22,18. Hay cuatro barrios cuya tasa está por encima de 30, por este orden: Etxabakoitz 32,6; Buztintxuri 31,8; Milagrosa 31,5 ; San Jorge 30,8; siendo Buztintxuri quien tiene más alta la tasa de pobreza severa 19,5; el resto está rozando el 19 (18,8; 18,9 y 18,3).

Año tras año se vuelven a repetir más menos las mismas cifras y desigualdades y las bolsas de pobreza se seguirán manteniendo mientras no haya unos planes integrales de actuación por parte del Gobierno de Navarra y de los ayuntamientos donde estén implicados no solo los Servicios Sociales y las ONG, sino todas las instituciones y entidades públicas y privadas a nivel local: salud, educación, vivienda, cultura, convivencia, hacienda, urbanismo, obras públicas, comunicaciones, comercio, consumo, turismo, agricultura, medio ambiente, empleo?: Planes Comunitarios de Desarrollo Local, promovidos por la propia comunidad y aprovechando sus propios recursos. En la situación actual la labor asistencial, individualizada, promovida desde arriba, sirve de poco para hacer frente a problemas estructurales de semejante envergadura.

En estos últimos años Milagrosa-Arrosadía y Santa María la Real han estado implicados (enredados, mejor dicho) en un proyecto cuyo título poco inteligible y pretencioso albergaba alguna pequeña esperanza: Estrategia de Desarrollo Urbano Sostenible Integrado (EDUSI) propuesta por el Ayuntamiento de Pamplona, donde se contemplaban aspectos urbanísticos y sociales. Por supuesto, no era un plan de erradicación de la pobreza, pero los calificativos de estrategia, desarrollo, sostenibilidad e integralidad hacían albergar alguna esperanza. Las realizaciones han sido escasas, inconexas y de poco impacto, pero ¿dónde ha ido a parar la EDUSI, ¿para qué ha servido el diagnóstico social del barrio? ¿Qué pasa con el PEAU (Plan Especial de Actuación Urbana)? ¿Para cuándo la rehabilitación energética del barrio, cuya vivienda es altamente ineficiente y está lejos de poder reducir la pobreza energética y las emisiones de CO2? ¿En qué ha mejorado el bienestar de las personas del barrio? ¿Ha incidido positivamente en descender las tasas de pobreza? ¿Ha conseguido una mayor cohesión social y empoderamiento del vecindario? ¿Qué opciones han tenido las vecinas y vecinos para intervenir en la resolución de sus problemas? ¿Qué evaluación se ha hecho del proceso participativo?...

El desencanto, la desesperanza, la falta de medios y recursos para sobrevivir y menos para crear comunidad, la falta de atención y escucha, el racismo, el machismo, el miedo, la falta de cultura, el desinterés por lo común, etcétera, son causas y consecuencias de la pobreza. Estos factores son difíciles de medir y evaluar y no aparecen como indicadores en la medición de las tasas de pobreza. Según mi criterio, cualquier plan para la erradicación de la pobreza tendrá que ser integral y abordar a fondo el desarrollo de las comunidades. Tendrá que ser feminista, ecológico y local (kilómetro 0).

La autora es trabajadora social