Otra vez -y van cuantas- el gobierno de Argentina, país que solía estar entre los más ricos del mundo a principios del siglo XX, enfrenta una severa crisis de deuda. La responsabilidad primaria es del Estado, qué duda cabe, que se ha transformado en un deudor serial porque su tamaño y peso sobre la economía no es financiable.Pero hete aquí que aparece el FMI, que no es sino un banco (multi) estatal y, por tanto, estatista y estatizante a pesar de su engañoso discurso promercado. Keynesiano por definición y origen, precisamente, da la oportunidad a estatismos fracasados de continuar al financiarlos con bajas tasas de interés y así evita que se vean forzados a convertirse en economías eficientes, promercado. Tras el derrocamiento de Perón -que se oponía a la participación en el organismo- Argentina tuvo más de treinta acuerdos con el FMI que así, desde entonces, financia planes económicos inviables cuyas deudas las paga el pueblo -el mercado- ya que se financian, básicamente, por vía impositiva. Y los impuestos -aun los teóricamente dirigidos hacia los ricos- terminan cayendo sobre los de menores recursos ya que son, inevitablemente, derivados hacia abajo subiendo precios, bajando salarios, etcérera.El organismo internacional merece que Argentina no le pague la deuda total por ser corresponsable al financiar esta aventura, cuya debacle anticipamos. Pero en cambio exige que se le pague la totalidad a costa de no pagarles a los privados y de subir impuestos empobreciendo al pueblo argentino.