Parece lógico auxiliar, recoger y cuidar a un gato callejero en precarias condiciones, pero no siempre la lógica funciona. Hoy es el día en que me veo en un conflicto con el Ayuntamiento de Egüés; me explico. En el mes de enero encontré en Badostain un gato en pésimas condiciones: un ojo golpeado, desnutrido y con una bronquitis grave. Como yo no tenía los medios suficientes para salvar su vida, acudí de inmediato a la veterinaria del Sadar. La exploración y tratamiento requeridos consiguieron que hoy en día vuelva a disfrutar el animal del cariño de una familia de acogida.Todo parece el final de un cuento feliz. Sin embargo, el Ayuntamiento del valle, al que informé de inmediato, no admite la reclamación de los gastos que implicó el tratamiento, e incluso cuestionan mi actuación en defensa del animal. Se amparan, según un escrito que me han remitido, en una normativa de 1994, en la que el gato hubiese sido sacrificado. Parece que desconocen la ley actual de 2019, en la que se prioriza el cuidado del animal abandonado y callejero. Por lo tanto, el Ayuntamiento debe asumir esta protección al animal.¿Ser o no ser? ¿Ser protectora de animales o dejarse de líos? Parece que la burocracia va en la contra de todos aquellos que somos sensibles y amantes de los animales indefensos.