Es impresionante la cifra de hoteles de lujo por kilómetro cuadrado junto a los enclaves de oficinas y áreas comerciales y turísticas de visita obligada. Es más impresionante aún la casi inexistente cifra de servicios de urinarios y aseos públicos en los barrios. A la sombra de los grandes rascacielos están los pisos de medio millón largo de euros. Y a la sombra de pisos y rascacielos están los viandantes. Ahí abajo todo el mundo va de prisa y el ritmo enloquecido de los vehículos está en sintonía con el paso acelerado de los peatones, muchos de ellos sujetos al mercado de alquiler de vivienda, esforzada infantería por unas aceras deterioradas hasta caer en el olvido, desconchadas, con inclinaciones llenas de caprichos hacia el asfalto, aflige tendones y rompe piernas. Peatones empujados a la carrera en esa especie de mili que es acceder al primer empleo, empujados para llegar en caída libre al mercado laboral, para cruzar el final de los anchísimos pasos con semáforos en calles de dos direcciones con cinco carriles cada una. Mientras grupos de personas llegados de lejanas procedencias llevan colgadas al cuello cual cadenas las tarjetas de identidad con la enseña del extraño evento en el que están metidos.En esta gran metrópoli la pérdida de un ser que no es noticiable la lamenta en buen número de casos su animal de compañía. El individualismo que alimenta la falta de verdadera comunicación entre personas acaba posicionándose en la normativa de comunidades de vecinos, de alguna ONG y de partidos políticos. Aquí ves la inmensa naturaleza colgada del cielo, luna y sol en carrera al estrellato, mar de nubes. Para ver la naturaleza terrenal existe la opción de acercarse a la sierra en trenes de cercanías desde la tarde de los viernes, sin prestar esos cuerpos de caballeros andantes a los gigantes de la metrópoli. A mí no me preocupa que este muestreo os pueda parecer encendido calvario como lo es el Estado, ese monstruo benefactor de mil cabezas al que hay que darle de comer. Paso los días en casa pisando este medio millón largo de euros, así valoran mi piso a la baja las agencias, campando entre los fieles de esta iglesia para medianos y grandes propietarios.