Habrá que decir que encasados (del latín. in, en, y capsa, caja) como estamos, por orden gubernamental y por el asunto ese que nos trae a mal traer, como en un estado de sitio al que solo falta el toque de queda, una hora de mañana para agarrar el pan y vuelta, en buena lógica no es para tomárselo en broma. Pero algo de filosofía podría ser licencia que nos podamos permitir. En Elizondo, el párroco era don Luis Garbisu, que mandaba de los que más en aquel tiempo, va para 60 años. Don Luis Garbisu era natural de Lekunberri y llegó a párroco de la de Santiago de Elizondo tras unos años en la de San Pedro de Doneztebe y a sus parroquianos, desde el púlpito que ya no hay, nos decía “carísimos”, que pensábamos quería decir “muy caros” hasta que descubrimos que en realidad nos decía “muy queridos”, aunque tenía unas manos como palas de frontón y arreaba unos tortazos la mar de aparentes. Mirando hacia atrás sin ira, observamos las medidas domésticas que se adoptaban para acabar (intentarlo) con este tipo de cosas y, sonriendo con tan lejano recuerdo, nos preguntamos si tan inútiles se demostraron que las fuerzas vivas han renunciado ahora a ponerlas en práctica. Antes, con tres o cuatro rogativas (o más si el personal que acudía era descreído o insuficiente), un paseo por la comunidad del brazo incorrupto de San Francisco Javier, o del aingeru de Aralar, y con limpieza de calles a base de fumigación con zotal (fulminante diluido en agua al 5%) como hemos visto hacer a los chinos (que son más listos que el hambre) bastaba y sobraba.Hoy en Elizondo ha llovido abundante, en condiciones, y sigue, con lo que mismamente acaba con todo el coronavirus que pudiera andar por la calle rifando a quien infectar. En Elizondo tenemos un sistema para esta clase de suertes: se riega cuando llueve y se barre cuando sopla el viento, y así. Y entre tanto, paciencia y barajar. Y a rezar para que san Internet no se contagie. ¡Quieto todo el mundo!, como decía Tejero.