on este artículo quiero exponer de forma pública y personal una de las realidades que se vive en las escuelas a partir de la aplicación del estado de alarma.

Soy maestra de 1º de Primaria en una escuela de la Ribera de Navarra. De los 19 alumnos y alumnas de mi clase, solamente nueve disponen de ordenador; eso quiere decir que diez tienen que acceder a las tareas mediante el teléfono móvil del padre o madre.

El profesorado de este curso estamos elaborando tareas tipo diseñadas de tal forma que los alumnos y alumnas puedan realizarlas en cuadernos u hojas sueltas, únicamente leyendo las indicaciones en el móvil, con la ayuda de sus padres y madres que, en muchos casos, no están alfabetizados suficientemente como para poder abordar nuestras indicaciones. Además, tampoco podemos garantizar que niños y niñas desarrollen el objetivo principal del primer curso de primaria, que es leer, ya que generalmente, no disponen de libros, cuentos, ni otro tipo de textos en sus casas.

Como nosotros, tutores y tutoras, sí conocemos esta realidad y llevamos todo el curso esforzándonos en cumplir nuestro cometido con responsabilidad, como docentes de la escuela pública (o sea, compensando esas carencias), nos frustramos y rebelamos cada día al constatar que en esta situación excepcional, la llamada brecha digital va a marcar, más si cabe, las diferencias y va a dejar atrás, como siempre, a los más desfavorecidos. Nuestros intentos para solventarlo no cesan. Lo hacemos mediante whatsapps y largas conversaciones telefónicas a cualquier hora del día, laborable o festivo, con todas esas familias que se desesperan en sus hogares por salir adelante.

Me parece vergonzoso que hasta pasados quince días de este estado de alarma, el Departamento de Educación no diera instrucciones claras sobre la actividad presencial de los docentes, dejando en manos de las direcciones de los centros la decisión de quiénes y cuándo debían permanecer en el centro para garantizar que todo el alumnado pudiese seguir las tareas.

Pero lo que me resulta más indignante es leer en la prensa, de boca del consejero de Educación, Carlos Gimeno, que ya se conoce la situación y que "se han facilitado 20 equipos y nueve conectividades a familias de alumnado de 2º de Bachiller con dificultades. Días más tarde, en una entrevista radiofónica, comprobamos que el señor Gimeno ya conoce los datos recabados por el Departamento y hace énfasis en que se ha puesto a disposición de los colegios a la Policía Municipal, Protección Civil, Servicios Sociales de Base€ para que sean ellos quienes repartan las tareas al alumnado que no pueda acceder telemáticamente a éstas.

Pues bien, como en la orden foral del 30 de marzo se nos considera "servicios mínimos", parte del profesorado acudimos al centro a fotocopiar y preparar las tareas semanales para 80 alumnos y alumnas de 1º a 4º de Primaria, pero ahora no hay quien las reparta porque, según parece, ninguno de los servicios citados tiene la obligación de hacerlo, ni de poner en riesgo su salud. En el Departamento de Educación tampoco se atienden nuestras peticiones ni se nos dan soluciones adecuadas.

Esta semana, parte de nuestro alumnado, a quien confirmamos que recibiría las tareas impresas en su domicilio tampoco podrá realizarlas. Eso sí, mientras tanto, profesores y profesoras tenemos que justificar que seguimos trabajando telemáticamente y preparando tareas todos los días (no sea que pueda parecer que estamos de vacaciones). Por favor, conozcan de verdad la realidad social de nuestras escuelas y tomen medidas efectivas para garantizar la atención a todo el alumnado.

La autora es maestra de Infantil y Primaria

Como docentes de la escuela pública, constatamos que la brecha digital va a dejar atrás a los más desfavorecidos

Por favor, conozcan la realidad social de nuestras escuelas y tomen medidas efectivas para garantizar la atención a todo el alumnado