Bajo un confinamiento parcial e inmersos como estamos en esta crisis del coronavirus, ya desde los primeros días de reclusión hay quien se queja por lo que supone dicho estado para la libertad de movimiento, olvidando precisamente que estas limitaciones velan por la salud pública , sin embargo, no acaban de tener claro el concepto que representa el hecho de quedarse en casa. Incluso tienen la desfachatez de equiparar esta problemática utilizando términos bélicos para referirse a dicha situación.Pues bien. Todo ello apenas constituye un simple bosquejo de lo que día tras día padecen millones y millones de animales, especialmente los destinados al consumo humano, animales que de la forma más natural intentan abrirse paso ahora que la incursión del ser humano en sus vidas resulta menos demoledora y traumática.Una cárcel obligada para estos animales que sienten, confinados en un espacio ínfimo. Sin apenas posibilidad de sentir la luz del sol, o de poder salir a buscar su comida y en infinidad de ocasiones, acompañado de un maltrato infrahumano, difícilmente descriptible.Ahora bien, estas limitaciones para todos nosotros, temporalmente supone un fugaz instante como apuntábamos anteriormente, si lo comparamos con todo el sufrimiento que a lo largo de sus vidas, a veces escasas, padecen sin ningún horizonte de esperanza donde agarrarse. Una cadena perpetua en toda regla.Bajo este planteamiento y durante este paréntesis social, embargados por una sensación de premura por escapar a cualquier lugar, ¿seremos capaces de mostrar un atisbo de empatía hacia ellos?Ahora que la naturaleza es un poco más libre para expresarse, ¿tendremos la sensibilidad suficiente como para escucharla y por ende, respetarla definitivamente?