En las últimas décadas del siglo pasado las redes sociales telemáticas no existían y era muy habitual que la juventud del barrio se expresara a través de pintadas y grafitis en los muros y paredes de nuestras calles y plazas. De esta forma, uno podía bajar la cuesta del Labrit y empezar a leer proclamas y reivindicaciones alusivas a la insumisión, la situación en las cárceles, de apoyo a ETA o sobre algún conflicto laboral. Una de aquellas pintadas que se me quedó grabada en la memoria era aquella enigmática frase que permaneció varios años en la blanca fachada de Irubide y que venía a decir literalmente: "González es el señor X". Pues bien, casi 30 años después, la incógnita de la ecuación que siempre fue un secreto a voces la han confirmado oficialmente unos papeles desclasificados de la CIA, la agencia de inteligencia yanqui, tan vigilantes y oscuros actores de nuestra modélica transición. En esos documentos, la siempre odiosa CIA atribuye a Felipe González, a la sazón secretario general del PSOE y presidente del Gobierno durante más de 14 años, la responsabilidad máxima en la creación del terrorismo de Estado, cuyo objetivo no era otro que secuestrar y matar personas que tuvieran relación con ETA o la izquierda abertzale. Todo ello al margen de la ley, pero financiado con dinero público, con el cual los organizadores y ejecutores de los asesinatos se enriquecieron ilícitamente sin ningún pudor.Cabe recordar que, a pesar de los más de 30 asesinatos que se cometieron, apenas hubo juicios por los atentados, y las escasas personas que fueron sentenciadas a decenas de años de cárcel fueron indultadas en un brevísimo espacio de tiempo. Por lo tanto, el cierre de filas que se produjo en torno al gobierno y el manto de impunidad mediático, político y judicial que se extendió fue tan evidente que se llegó a considerar el terrorismo de estado cómo una legítima manera de hacer política.A día de hoy, las víctimas de la guerra sucia siguen siendo las grandes olvidadas, y también merecen que se les repare el dolor causado ya que, además, todavía no ha habido ni verdad ni justicia. Y es que, de momento, sobre los papeles de la CIA, únicamente hemos escuchado un clamoroso silencio de aquellos que en esa época tenían responsabilidades políticas y que, como reconoce la propia central de inteligencia, "mancharon las credenciales democráticas del gobierno español".