Yuval Noah Harari avisa en Financial Times (20-03-2020) con un vago “nada será como antes”. Y apunta: “En estos momentos nos enfrentamos a dos decisiones especialmente importantes. Primero, hemos de elegir entre la vigilancia totalitaria y dar más poderes a la ciudadanía. En segundo término, entre el aislamiento nacionalista y la solidaridad global”.Más confiado sobre el futuro se muestra el sociólogo Alain Touraine, quien cree que “nos encontramos en un nuevo tipo de sociedad: una sociedad de servicios, como decían los economistas, pero de servicios entre humanos. Esta crisis empujará hacia arriba la categoría de los cuidadores: no pueden seguir estando mal pagados”.Pero no parece realista pensar, como Harari, que todo va a cambiar, explica Stephen Daes, del Institute of Economic Affairs, en la web del Social Trends Institute. “Lo que la historia enseña es que las epidemias importantes pueden tener consecuencias relevantes, pero también que no son independientes de la situación anterior”. Normalmente, las crisis no cambian el mundo radicalmente, pero impulsan tendencias ya existentes.Sin embargo, a diferencia de otras pandemias anteriores, el impacto de la actual puede ser superior, tanto cultural como psicológicamente, ya que se está viviendo “como una experiencia compartida”, gracias a las nuevas posibilidades de comunicación.Además de las consecuencias políticas, apuntadas por otros pensadores, Davies sostiene que la pandemia tendrá dos efectos culturales importantes. Por un lado, servirá para “alejarnos del individualismo, aproximándonos a formas culturales más comunitarias”.“La otra consecuencia es paradójica. Por un lado, se producirá un retorno de la seriedad y un repentino alejamiento de la frivolidad y la autocomplacencia intelectual (una tendencia que lleva tiempo en marcha). Al mismo tiempo, también volverá el hedonismo en el día a día. Siendo la naturaleza humana como es, se pueden manifestar los dos fenómenos en una misma persona”.