El celo es la época en el que la hembra de los mamíferos es receptiva sexualmente. Puede ser anual, periódica o permanente, como las gallinas, que ovulan y dan huevos diariamente. La Europa rica del norte viene al Sur al celo anual, a la abrasadora Grecia, a la ardiente Italia y a la complicente España para lucir camisas amplias y ligeras que le permiten caminar sin sujetador, con las tetas al aire libre y con gayumbos ligeros, sin bragas ni calzoncillos, a pelo, en cueros, prestas a liberarse y copular. Propongo tratarlas con displicencia y acritud, no por machismo ni revancha, sino porque ya se sabe y se ha demostrado en tiempos de reivindicación el poder del sexo de la hembra. De esta manera presionarán a los políticos en sus países para que compartan su riqueza con los países pobres del Sur, porque si no les tratan amablemente, a sus hembras se les corta el celo anual que vienen a buscar al radiante Sur. Recortes en pensiones, sanidad y educación y salarios más bajos nos esperan para pagar la factura del coronavirus, porque los países ricos son tacaños y no nos quieren ayudar. Hay que hacer algo contundente. Esta puede ser la manera.