Los vecinos de Lepe son conocidos por hacerse pasar por tontos. Pero desde ahora deberán ser conocidos por pasarse de listos, por explotar y encima cometer por tercera vez ahora la canallada -el adjetivo se queda corto- de incendiar cobardemente por la noche, tres veces en una semana, haciéndoles perder hasta su documentación, las míseras chabolas de 400 trabajadores extranjeros. Los del pueblo les explotan al máximo desde hace 20 años. No se trata, no, de cuatro ricos sin entrañas o cuatro ultras descerebrados, como se pretende hacemos creer. En Lepe, con 27.000 habitantes, el municipio más poblado de Huelva después de su capital, su alcaldía está en poder de quienes todos sabemos y, en vez de dar una solución medianamente decente al problema, aprovechó el año pasado el día de reflexión para votar y desalojó a algunos trabajadores que se habían refugiado para protestar en el campo de fútbol. Y cuando el PSOE denunció la situación, pintaron freudianamente en su local lo que ellos sí que son: “Traidores” a los más elementales derechos humanos, esclavistas del siglo XXI; peor, porque antes se cuidaba a los esclavos, que eran caros, mientras que ahora hay miserables que piden trabajadores y los maltratan hasta esos extremos, esperando sustituirlos por otros a quienes pagar aún menos. Lepe ha sido denunciado ya hace pocos meses por el relator de las Naciones Unidas, para vergüenza de toda España.