No es lo mismo caer en gracia que ser agraciado, que se dice, y esta reflexión tomó auge cuando lo que conocemos por marketing fue poco a poco llegando a cotas que nuestros antecesores nunca pudieron llegar a imaginar. Pagar por un cuadro, que dicen abstracto, 72,8 millones de dólares (cincuenta y tres millones de euros), donde solo aparecen tres bandas de los colores amarillo, rosa y lavanda sobre rosa, tiene tela, y se ha convertido en la obra moderna más cara de la historia. Podíamos llenar páginas de hechos curiosos de semejante naturaleza, pero según declaró uno de nuestros premio Nobel, que la verdad es un ácido corrosivo que salpica casi siempre al que la maneja, por ello no es fácil combatir la fuerza del marketing, capaz de vender pulmonías, dado que además no dejan de ser divertidas las tonterías que nos toca ver. De niños nos inculcaron que con la verdad se iba a todas partes, cosa que con el arte no se cumplen las profecías.