Escuchando a médicos investigadores y toda clase de expertos en las ramas de la sanidad, parece que a mediados de septiembre tal vez consigamos enviar a los niños y adolescentes a clase.

Fundamentalmente el problema radica en qué preparación se requiere en aulas, pasillos, estancias dentro del centro escolar para estar higiénicamente limpias y saneadas; qué montaje se deberá hacer en las aulas para disponer espacios suficientes. ¿Cabrán todas y todos los alumnos en las aulas o habrá que hacer desdobles para dar salida a la enseñanza-educación de todas y todos los escolares?

Y qué decir de un elemento fundamental en esta situación: el profesorado. ¿Sabrá atender situaciones complicadas de cariz sanitario? ¿Estará suficientemente informado y preparado para compaginar enseñanza-educación con reglas y cuestiones sanitarias?

Llevamos camino de septiembre y la incertidumbre provoca aún muchas preguntas sin respuesta.