Como familiares de una persona residente en un centro de mayores, queremos mostrar nuestra disconformidad y preocupación ante las medidas restrictivas que se están tomando debido al incremento de casos positivos por covid-19 y que repercuten directamente (pero no sólo) sobre la población anciana residente en estos centros. Creemos que estas medidas, adoptadas bajo el argumento de proteger la salud de las personas mayores, suponen una vulneración a sus derechos fundamentales con consecuencias físicas y psicosociales que no están siendo suficientemente consideradas ni atendidas. Sobre las personas que habitan en centros residenciales o residencias es sobre quien se han tomado las medidas más restrictivas durante el estado de alarma y es a quienes primero se está limitando la movilidad, mientras que el resto de la población podemos seguir haciendo nuestra vida en esta nueva normalidad. Y esto es así, no sólo por su mayor vulnerabilidad, sino también porque son un colectivo prescindible. Esto es, no producen ni cotizan (aunque lo hayan podido hacer -principalmente los hombres- durante toda su vida activa), y tampoco consumen (o no lo suficiente). Resulta por tanto más ventajoso para el sistema económico y sanitario capitalista actual que se queden el mayor tiempo posible en lo que hasta ahora era su hogar, y al que ante estas circunstancias más podríamos llamar internado o cárcel. ¿Y cuántas voces disconformes se han escuchado? No las de las y los propios afectados (una generación educada en el sacrificio por el bien común, obligada a acatar mandatos y a no quejarse. Mandatos de obediencia y sacrificio con un claro componente de género, que hace que las mujeres -la mayoría de quienes viven en residencias- los asuman en mayor medida). Tampoco hemos escuchado las voces expertas de quienes les atienden, de las gerencias de las propias residencias, que conocen las consecuencias que todo ello va a tener (y ha tenido) sobre la salud de sus residentes. La lógica del modelo de residencia actual responde más a las condiciones de quien provee los servicios que a las necesidades sociosanitarias de las personas mayores. Consideramos que es preciso implementar respuestas ante un contexto cambiante y en gran medida desconocido, pero éstas deben ser adecuadas y equilibradas, de manera que permitan preservar la convivencia, la calidad de los cuidados, las rutinas básicas de movilidad y de sociabilidad y, en definitiva, la dignidad de las personas mayores residentes. No debemos olvidar que la autonomía y la dignidad no se pierden con la edad. Las situaciones en las residencias de mayores durante la covid-19 nunca deberían repetirse. Entendemos que ha sido algo inesperado y muy complejo de gestionar, pero el derecho a una vida digna, siempre, debe estar en el centro de toda decisión. Por una vida que merezca la pena ser vivida.