Es una iniquidad que el poder vulnere los principios más elementales y maquine quitarse de en medio a quien le incomoda. Así héroes, que no villanos, como Julian Assange que no merece las penalidades que está pasando, o Edward Snowden que desveló el espionaje indiscriminado, son perseguidos por destapar los desmanes de Gobiernos. Ya la ONU dictaminó que la reclusión de Assange, fundador de WikiLeaks, era arbitraria y solicitó su inmediata indemnización y puesta en libertad; pero Estados Unidos, Gran Bretaña y Suecia hicieron oídos sordos.Hace 47 años la Corte estadounidense en la sentencia del caso Watergate que derribó al presidente Nixon, declaró con contundencia: "Solo una prensa libre y sin restricciones puede revelar honestamente los engaños del Gobierno". No cabe duda que desde 1973 hemos involucionado.La condena a Assange sería un gravísimo ataque a la libertad de prensa que colocaría al periodismo de investigación en el punto de mira. A eso se le llama censura y es inadmisible.