Larrasoaña es un pueblo pequeño, a pie del Camino de Santiago, que, aunque situado a tan sólo 15 kilómetros al norte de Pamplona, se inserta en un entorno rural pleno típico del prepirineo navarro. Desde hace más tiempo del que recuerdan los más viejos del lugar, se repite cada 1 de noviembre (fiesta de Todos los Santos) un acontecimiento que consiste en la ronda de todos los mocetes y mocetas por las casas del pueblo para pedir, al grito de "arrebuche-arrebuche", la generosidad de los vecinos, y que éstos la responden desde los balcones con golosinas que son fuertemente disputadas y ávidamente consumidas. En tiempos pasados estos obsequios consistían en los frutos propios del otoño (nueces, avellanas, castañas) y hasta ¡alguna moneda! Su origen, como muchas otras costumbres en el medio rural, puede estar ligado a los ciclos de la naturaleza, el otoño es tiempo de recolección, y, como también es habitual desde el Paleocristianismo, ligado a alguna celebración religiosa. Pero, dada la situación sanitaria actual, la Junta concejil, formada por cinco mujeres jóvenes, decidió sustituir el arrebuche tradicional por dejar en la puerta de las casas del pueblo donde viviera un chico o chica menor de 16 años una bolsa con su nombre, con un texto de la alcaldesa Argiloa explicando los motivos del cambio en la celebración, un cuentico alusivo al evento y unas chucherías. ¡Y fueron 26 bolsas en un pueblo de unos 140 habitantes! Hasta aquí lo sucedido, pero lo que considero de más valor es que sea un grupo de mujeres jóvenes las que se impliquen, de una manera altruista, en la gestión del día a día del pueblo, se preocupen por mantener y fomentar las costumbres que conforman su identidad y, en definitiva, trabajen por hacer sociedad en una pequeña entidad de población en el medio rural ante el riesgo de dilución que supone el atractivo de una gran población próxima.