Días atrás recalcaba un maestro en el transcurso de una de mis entrevistas la necesidad de atender a la dificultad en las aulas, y también por entonces nos hacíamos eco en los medios de comunicación de la inauguración y próxima apertura en Pamplona del centro de día Pilar Gogorcena para personas con discapacidad intelectual.¡Qué bien poder dar estas noticias en un año tan difícil como este! Abrir un centro que se adecuará mejor a las necesidades de la discapacidad y hará más amable el trabajo de quienes la atienden. Y ¡qué bueno que lleve nombre de mujer! Pilar Gogorcena Rebolé (Pili) como hija, madre, compañera, hermana y amiga querida; psicóloga y maestra trabajó firme y con pasión en el campo de la discapacidad intelectual hasta hacerse un referente en Navarra. Lo hizo a base de esfuerzo, superación y crecimiento personal con dedicación impecable y absoluta responsabilidad. Regazo acogedor, comprensivo y sensible, su afán y desvelos habrán estado, seguramente, en quienes han sugerido dar al centro su nombre; muchas personas en las que dejó huella antes de su temprano fallecimiento hace tres años. Aplaudo también desde estas líneas la decisión del Gobierno que ha sabido recoger esas voces y agradecer su trayectoria. Bien merecido para quien puso la semilla del plan del nuevo centro y lo impregnó de su espíritu de trabajo, de generosidad y de su carácter divertido. Pilar Gogorcena, nombre de mujer, luchadora y comprometida en su labor, abrazó y dio visibilidad a la discapacidad, una dificultad de la vida. Hoy reiría entre la incredulidad y la alegría, porque nunca se dio ínfula alguna, y por haber puesto su grano de arena para dignificar ese espacio de convivencia que dio sentido a su vida.