A primera vista parece nombre de chiste. Y más para ponerle nombre a una tormenta que nos ha traído la gloria del invierno: la nieve. Pero lo que la gran mayoría de la gente no sabe es que es un nombre griego precioso, que quiere decir “la que ama cantar”. También se le dice al ruiseñor como símbolo poético del pájaro cantor. O sea que menos guasa con la Filomena, que parece nombre antiguo de pueblo. Algunos la maldecirán, porque ha complicado la vida con la nevada que nos ha traído. Yo la bendigo por hermosa, por blanca, por sonrisa de niño deslizándose en ella, como en tiempos. Nos ha vuelto a recordar aquello de: ¿te acuerdas cuando bebíamos agua? Cuando los mares, los ríos y los bosques no estaban llenos de plástico, la atmósfera de carbono y el espacio de cacharrería. Esa es Filomena, la que ama cantar al viento, como los jilgueros a la orilla del riachuelo cristalino, limpio, sin contaminar, como los chorros del oro, como debiera ser y no es. Lo que va a hacer que la pandemia y el coronavirus y sus muertos vaya a parecer un chiste con el cambio del clima y el mar loco. Seas bienvenida Filomena. Cántame una canción.