Una lección que nos está dejando esta tercera ola de Navidad es que para la gente el primer valor es pasarlo bien. Pasarlo bien como puro consumismo. Y entendemos el ocio como consumo. Lo dicen los datos de contagios. Somos incapaces de no salir de compras al centro comercial (siempre a tope los sábados), ir a las cafeterías y restringir los contactos sociales. Y es justo lo que se indica desde el poder: consumir. Así nos lo dicen los medios en la televisión: salvemos la Navidad, salgamos, salvemos los bares y los negocios…, economía a todas horas. Es lo que hemos hecho. Y, evidentemente, la moraleja es que salvando el consumo nos contagiamos más. Porque se está viendo que es muy complicado marcar los límites bien y controlar los aforos. No tenemos tantos medios para esto ni estamos moralmente preparados. Y una gran mayoría de los locales no los respetan.Esta pandemia nos muestra la importancia de la educación cívica. Pensar en los demás y ser austero como forma de vida. Y también el fracaso de las políticas que incitan al consumismo a todo tren (especialmente ir de bares y comprar) y no enseñan alternativas ni ofrecen otro tipo de ocio y disfrute responsable. Por ejemplo, lleva muchos años el monumento a los Caídos cerrado. Y son muchos los chicos que callejean por esa zona, hasta la plaza de Merindades. Ofrezcamos un centro para ellos y para la gente mayor. Lo mismo que el civivox para la zona del Segundo Ensanche (ya un sueño). Decirle al señor Maya que en toda la zona del Ensanche no ha habido estas navidades un ordenador conectado a internet para estar informado y poder pasar el rato. Es decir, faltan servicios para los jóvenes y para los mayores, y sobran incitaciones a consumir.