La inclusión es una palabra que está muy de moda hoy en día. Hemos empezado a buscar una educación que sirva para todos y todas, independientemente de la situación económica, social, comunicativa, cultural, etcétera que tenga cada uno.Poco a poco parece que lo estamos consiguiendo, involucrando a las familias, profesores y alumnos/as a incluir a todos dentro de las aulas.Pero me gustaría ir más allá, una reflexión que siempre me ha gustado hacer es que la escuela es el reflejo de la sociedad. Que los niños cuando crezcan serán las personas que formarán parte de ella, y que todos esos valores que aprendan en la escuela se verán reflejados en el futuro que tanto queremos mejorar. Pienso que la inclusión no solo tiene que darse en las escuelas, sino que tiene que darse en toda la sociedad, pero que para ello tiene que empezar a enseñarse desde que somos pequeños.Por ello, quiero hacer reflexionar respecto a una barrera que tienen unas personas en concreto, las personas sordas. La ley les proporciona todos los derechos posibles a estas personas, como por ejemplo derecho a tener intérpretes en el médico. Derechos que muchas veces, por desgracia, no se cumplen. No nos damos cuenta de que estas personas no pueden comunicarse con la sociedad de una manera digna por dos razones en concreto. La primera, porque ellos no hablan nuestro idioma, claro está que es porque no pueden. Pero la segunda razón es que nosotros, los oyentes, no sabemos su idioma, el lenguaje de signos, pudiendo aprenderla sin ningún problema.Es por esto que me gustaría que empezásemos a plantearnos, como personas y como sociedad, qué podemos hacer para contribuir en el cambio. Personalmente, aprender por nuestra cuenta esa lengua, y socialmente, implantar la enseñanza de lengua de signos como un idioma más en nuestras escuelas. Eso sí que sería buscar un futuro inclusivo.