Algunas noticias esta semana nos hacen pensar, y mucho...Por una parte llegaba la propuesta de protocolo del ministerio para el próximo curso en los colegios. Mucho que dialogar sobre el tema, pero un hecho especialmente hiriente: que se siga proponiendo la semipresencialidad a partir de los cursos superiores de ESO. En el mismo documento que lanza el ministerio se reconoce el daño que hace esta semipresencialidad, especialmente al alumnado con más dificultades. No ir al colegio a diario, o ir menos horas de las establecidas, admiten que genera una “brecha académica”, cosa que les debe preocupar poco porque lo siguen proponiendo. Sin valorar siquiera que ha habido comunidades enteras, como Navarra, que ha tenido presencialidad total sin mayor incidencia del virus. Injusto e ineficaz, pero se vuelve a proponer un año más.Desde los despachos ministeriales y los chalets con piscina, a lo mejor no se percibe tan claramente que hay chicos de 14, 15 y 16 años que no pueden pagar un profesor particular, que tienen en la escuela el único medio de enriquecerse culturalmente, viven en habitaciones compartidas o en entornos hostiles, donde quedarse solo en casa puede suponer más violencia física, psicológica o sexual. Por otra parte, llega la subida del precio de la luz, como si no resultase un verdadero milagro ya llegar a fin de mes para muchas familias. Si resulta ya insultante la medida, más insultante resulta aún la respuesta feminista de la ministra Carmen Calvo. Cuando un periodista le habla de las famosas franjas horarias, se atreve a decir que el verdadero temazo no es cuándo se pone la lavadora, sino quién la pone. Alardear de feminismo no sirve para esconder tantas vergüenzas.Así trata este gobierno a niños y familias. Peor aún trata a nuestros hermanos migrantes. Más allá de la foto propagandística de Pedro Sánchez con aquel primer barco migrante, el Aquarius, su política migratoria se podría resumir así: mano dura al migrante para que acabe aceptando ser mano de obra esclava. ¿Qué tipo de gobierno tenemos?Se autoproclama de izquierdas y socialista, pero ni huele lo que vive la gente sencilla, del pueblo, de abajo.