Si el 25 de mayo de 2002 publiqué una seria denuncia contra el pusilánime comportamiento del mayor responsable de la parroquia matriz de San Pedro de la Rúa de Estella, es decir, su párroco (que afortunadamente ya no está), 19 años después denuncio a otro representante de Dios en la tierra. Lo denuncio por su insoportable vileza, su prepotencia y por incumplir el Octavo Mandamiento (No mentirás) que el ínclito tanto promulga en sus liturgias.En este caso, contra el anterior que fue la felicidad de un niño, encantado por celebrar su Primera Comunión, se trata del fallecimiento de un gran señor. Sucedió la víspera del funeral, cuando Javier Resano Resano, párroco en este caso de la parroquia San Juan Bautista de Estella, hace su aparición donde familia y amistades nos encontramos en nuestro más íntimo dolor, haciéndose adalid del dolor ajeno previo cobro de su minuta, evidentemente. Teniendo una conversación personal con el ínclito, le pido un favor personal de mi padre, su última voluntad, que no es otra cosa que se le despida con una bella melodía y con un poema que él mismo dedicó a su santa esposa precisamente para esta ocasión. Este párroco me dio su palabra que así se hará. La única condición que exige es que los artífices acudan un cuarto de hora antes de la celebración. Éstos acuden y, para su absoluto asombro, este elemento les expela que aquí ni se canta ni se lee.Y ahora expongo a un juicio fundamentado en la racionalidad... ¿Es pecado mortal leer un poema de amor a una esposa en una iglesia que es de todos? ¿Es pecado mortal cumplir el último deseo de una canción de despedida? Si la Casa del Señor es de todos, ¿por qué Javier Resano la monopoliza?Querido Javier Resano, particularmente tengo la impresión de que tu rebaño está esquilmado. Con tu forma de actuar, pocos corderos, presumo, vas a tener.