Digan la verdad, señores de Lacturale, esto es un negocio a costa del sufrimiento animal, independientemente del tamaño de la explotación.Más allá de su preocupación por el bienestar animal, humano o medioambiental, su carta deja en entredicho la más que discutible necesidad de consumir un producto pensado exclusivamente para un animal con un desarrollo al nacer, totalmente alejado del que corresponde a un ser humano, con todas las consecuencias perjudiciales para nuestra salud que ello conlleva.Cabe recordar que el ministro hacía especial énfasis en el consumo excesivo de carne. Sin embargo, tanto el consumo de carne como de otros productos como puedan ser la propia leche o los huevos, lleva a pensar que más allá de un interés en la salud humana por la ingesta de estos productos, lo que se percibe o prima por encima de todo es un negocio que se lucra sin escrúpulos, ajeno a cualquier aspecto ético o moral sobre el respeto animal, humano o hacia la salud del planeta.Obviar una realidad científica como son los efectos adversos de la explotación animal puede llevar a que uno acabe convirtiéndose en un negacionista integral.El pasado viernes, Stella Kyriakides, comisaría europea de Salud y Política de Consumidores, se reunía con la ministra de Sanidad, Carolina Darias, la cual tenía que rectificar al recordarle el Plan Europeo de Lucha contra el Cáncer, plan que recomienda reducir el consumo de productos cárnicos. Recomendación, por otra parte, respaldada por la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) y por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

*El autor es presidente y miembro de la asociación Libertad Animal Navarra