En esta inculta España actual son muchas las voces públicas que confunden la obra Pedro y el lobo (cuento musical de Prokófiev) con la fábula El pastor mentiroso, atribuida a Esopo y cuya moraleja trata de concienciar sobre los peligros de la mentira. Siendo esta confusión descorazonadora, mucho más nauseabunda y condenable es la reinterpretación torticera que ciertos partidos pretenden hacer del clásico griego, dando a entender que en temas tan sensibles, vergonzosos y dañinos como la violencia machista o los delitos de odio, la existencia de unas pocas denuncias falsas justifica el que todas las demás puedan ser tomadas como tales. No hace falta ser un experto en lógica para ver la burda falacia que contiene el silogismo, que sólo pueden encontrar válido mentes de escasa capacidad intelectiva. Suerte que los encargados de investigar estas denuncias sean profesionales al servicio real del ciudadano -y no de intereses partidistas ni electoralistas- que seguirán acudiendo a cada grito de "¡Que viene el lobo!", porque por experiencia saben que en los casos de violencia los pastores mentirosos son no ya una minoría, sino la excepción.