Asiduo paseante a dos pequeñas ruedas en nuestro magnífico y relajante paseo, llevo años observando una ya no nueva especie invasora que yo llamaría Homo/a Depredatus Recolectus. Actúan principalmente al alba, en evitación de que les pillen la delantera, pienso yo, después de la caída nocturna del fruto. Los centraría en la subespecie Homo/a inerectus, dada su tendencia a rastrear el suelo agachadizamente, intentando localizar y parar las nueces caídas de los nogales supervivientes de las antiguas huertas, cual avezado Setter codornicero. No se han parado a pensar, o sí, que éstas forman una parte importante de la dieta, sobre todo en los meses de escasez, de las juguetonas, alegres y alegrantes ardillas que pueblan el concurrido soto entre Pamplona y Huarte.Los preciosos animalitos recogen afanosamente las nueces del suelo para enterrarlas o almacenarlas en sus nidos con el fin de evitar el hambre invernal. Pues, como les digo con tristeza, veo día a día porfiando y a la carrera quién consigue llenar más y mejor su bolsa de plástico. Será el hambre, egoísmo, necesidad corporal de antioxidantes y Omega 3 o el instinto depredador de los humanos/as que tenemos como deporte preferido arramplar con todo. No debería decirlo para no dar pistas, pero todos los inviernos, una vez que esta fiebre remite, distribuyo nueces con nocturnidad y alevosía con el fin de convencer a los animalillos de simpática cola y vivarachos ojos de que se queden un año más y sigan alegrándonos la vida para que en este privilegiado paseo haya algo más que restos de botellones, basura y comportamiento incívico de algunos/as.
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