A Enrique Maya, alcalde de Iruña, se le sale la sinceridad por la boca. De ahí que hable con tanta naturalidad de la inseguridad ciudadana que -para él- ocasionan los menores migrantes no acompañados o del perjuicio económico que -para él- ocasiona el Gobierno a la ciudad eliminando la carta de capitalidad, barrizales estos dos en los que anda metido últimamente. Y es que realmente lo siente así y se le escapan, de día y ante la prensa, los pensamientos que en la intimidad de la noche alumbra y alimenta en los sueños de grandeza que ve atajados de raíz por esas aves carroñeras. Es un poco como Toquero, alcalde de Tudela, quien, a su vez, quiere ser un poco como Ayuso, presidenta de Madrid, pero sin los hilos de marioneta que mueven a aquella y, claro, no llega.Los barrizales políticos son como las armas, que las carga el diablo. Pero Maya es mucho Maya y muy de sanfermines y de santos y de iglesias (con minúscula) y de toros. Y, mira por dónde, de un día para otro consigue que no se hable de los citados barrizales, en los que se había pringado hasta las orejas, y, haciendo un Casado, con una larga cambiada (esto a él hasta le emociona), introduce la fiesta en el embite y se inventa un trampantojo en la persona que se le ha aparecido esta noche en la almohada (y cuya identidad se guarda, de momento, para mejor ocasión), como tiradora oficial del txupinazo para este año. La mecha de la bomba ya está prendida. La prensa no habla de otra cosa. A Maya le trae sin cuidado que su ocurrencia se asocie a cacicada. Ahora se trata de desviar la atención, de que el capotico venga a solucionarme este embrollo, más tarde ya veremos, incluso puede que salga adelante. Incluso puede que, de nuevo, no haya Sanfermines este año. Iremos viendo. Con calma.