La lucha por dignificar y profesionalizar el acogimiento residencial de menores es continua y, sin embargo, hay momentos en los que lejos de dar pasos adelante pareciera que retrocedemos.Esta carta la escribe un grupo de educadoras de Fundación Xilema, que trabaja atendiendo en recursos residenciales a la infancia y adolescencia que no cuenta con una alternativa de cuidado que asegure su desarrollo seguro y saludable.Para quien no conozca el ámbito, recordamos que los niños y niñas en el sistema de protección son atendidos/as a consecuencia de situaciones de maltrato, negligencia y abandono, lo que de partida les coloca en una situación de gran vulnerabilidad. En este contexto, una jornada de trabajo habitual para una educadora incluye las funciones de asegurar la cobertura de necesidades básicas de los chicos y chicas, además de proporcionar una intervención acorde a tan sensibles necesidades que cada una de estas personas trae consigo.Compatibilizar ambas tareas a menudo no es fácil, dado que el sufrimiento de esta población a partir de sus historias de vida viene a traducirse en un requerimiento de ser acompañados/as en prácticamente todas las actividades que llevan a cabo (juego, acompañamiento académico, alimentación, higiene...), sin obviar las situaciones en las que requieren de una contención emocional y conductual muy complicada, que exige, de nosotras, un rigor y una profesionalidad pocas veces reconocida. Conscientes, además, de los riesgos que esto entraña (sobrecarga emocional, sufrimiento de agresiones...).Todo esto y, a ello vamos, en unas ratios de 1-5, lo que significa que una educadora recoge y responde a las necesidades de 5 menores en las condiciones anteriores, con momentos en los que una única se hace cargo de los 8 niños y niñas que residen en cada piso.Aun con todo, Fundación Xilema recientemente decide despedir a 5 trabajadoras aumentando la carga laborar de las que se mantienen. Es decir, amortiza 5 puestos de trabajo creados por la Fundación para hacer frente a las insuficientes ratios establecidas por Gobierno de Navarra. Lo cual redunda en un empeoramiento en la calidad del servicio. Todo supone, a nuestro parecer, un compromiso nulo con el bienestar y cuidado de quienes cuidan, las educadoras de intervención directa. ¿Cuál es la respuesta esperada? ¿Qué nos quedemos de brazos cruzados y veamos sobrecargadas, más aún si cabe, nuestras responsabilidades?Exigimos que se reflexione sobre cómo desean tanto Fundación Xilema como Gobierno de Navarra, y cómo deseamos como sociedad, que sea la práctica en la protección de la infancia. Que se revisen las ratios y que se asegure la atención digna y profesional de tan vulnerable población sin que ello dependa de que una entidad vea ganancia en el servicio que oferta. Que no valga el argumento de la falta de medios económicos en la ejecución de una responsabilidad sin duda pública. ¡Basta ya de la precarización del sector!

/ En representación de las educadoras de atención directa en Fundación Xilema reunidas en asamblea