Estaba encantado de conocerse a sí mismo. Disfrutaba escuchándose y gozaba con los aplausos de los palmeros. Y tan arropado se sentía Ignacio Sánchez Galán, presidente de Iberdrola, que se vino arriba y dijo, con ánimo de engañar y con ufana soberbia, lo que pensaba y tal como lo piensa. Este potentado tan engreído cree que, desde su posición de poder, todo está permitido. Si pisotea los sentimientos de los más desfavorecidos y levanta mucha polvareda, reacciona pidiendo perdón de aquella manera.Se le nota que sigue pensando lo mismo. Es indignante. Aunque soy “tonto”, a mí no me vale. Hacer chanzas despreciables desde su posición de dominio, con un servicio de primera necesidad en una situación de injusticia y que además busca el engaño para que las familias se pasen al mercado libre, que históricamente es y será más caro, es creerse por encima de todos con total falta de sensibilidad.El único perdón posible es su jubilación y la rectificación de los palmeros que reían sus gracias.