La isla de Rapa Nui o Isla de Pascua, a 3.700 kms. de tierras chilenas en medio del Pacífico, albergó una importante sociedad que alcanzó su máximo desarrollo entre los siglos XIII al XV. Aislada del continente, se proveyó de los recursos que la naturaleza le ofrecía en un resuelto equilibrio entre su población, los bosques, la agricultura, la pesca en la costa y las aves que albergaban sus grandes acantilados. Pero, lamentablemente, en un momento dado, este equilibrio natural parece que se descompensó. Sus bosques se talaron sin tiempo a su regeneración, la pesca se sobreexplotó, los nidos de las aves se esquilmaron y la tierra no dio para más, con un microclima alterado por la intervención de sus habitantes, el pueblo rapanui.

En algún momento, líderes con poca visión de futuro permitieron este crecimiento ilimitado sin pensar que los recursos eran limitados. El pueblo se lo permitió confiado y sin tomar medidas al respecto, disfrutando de los placeres que el exceso les reportaba.

Es posible que pusieran sus vanas esperanzas en sus Moáis, imponentes ídolos de piedra con los que adornaron sus costas, con los que acaso pensaban revertir el colapso hacia el que irremediablemente se encaminaban. Y así, más rápido aún de lo que pudiera preverse, las altivas estatuas Moáis se convirtieron en las mudas espectadoras de las luchas intestinas que se sucedieron a lo largo del XVI, marcadas por la guerra entre clanes, el hambre y la pobreza, que llevaron a la aniquilación del 90% de la población.

Hoy día nuestro planeta sigue los pasos del pueblo rapanui. Recursos que se agotan, pese a las advertencias que llevan haciendo varias décadas científicas y científicos de todo el mundo. Un cambio climático ya irreversible, aunque todavía con capacidad de amortiguarse, y una transición obligada hacia una economía decrecentista y hacia una transformación que, o tomamos medidas drásticas, o será muy difícil de digerir. En nuestras manos está contribuir con nuestras acciones y cambio de hábitos a detener el calentamiento global y hacerle frente desde la resiliencia comunitaria, que alude a la capacidad de enfrentarnos y recuperarnos de las amenazas gestionando en comunidad nuestro propio desarrollo y sin comprometer los recursos futuros.

Nuestros Moáis son la fe ciega en que la tecnología nos salvará y la continuidad del sistema capitalista, un auténtico callejón sin salida; y la guerra por los recursos la vamos viendo cada vez más cercana.

Desde los grupos de consumo aportamos nuestro granito de arena, apoyando la soberanía alimentaria, consumiendo producto local, ecológico y de temporada, minimizando el transporte y los envases, y evitando empresas intermediarias, a no ser pequeños comercios o mercados.

Urge el regreso a la vida sencilla, a reducir el consumo innecesario, a la redistribución, al ocio cercano y creativo, a apoyar lo cooperativo y lo colectivo, y a exigirlo a nuestras y nuestros representantes políticos.

Para ello podemos acudir el viernes 23 de septiembre a la movilización internacional que convoca la juventud de Fridays for Future y a la cumbre alternativa internacional que realizaremos en noviembre, ambas con presencia en Navarra impulsadas desde Alianza por el Clima.

¡Únete! Movámonos por una auténtica transición y por una transformación social que no deje el futuro de las próximas generaciones en manos de los impasibles Moáis.

Grupos de consumo Erleak y Jateko