Mañana es tan lejos que todavía no existe
Septiembre y un nuevo trabajo. El cuarto en un año. Mi récord. Ya veremos si es el último del 2022. No lo sé. Tengo mis dudas. La vida es incierta. Cada día más. Para algunas personas más que para otras, claro. Eso ya lo sabemos. No nos extraña. Lo hemos normalizado. Puede que sea un síntoma o una señal de que el mundo, tal y como lo conocemos, se está yendo al carajo, por decirlo de un modo vulgar. Eso tampoco nos impresiona ni nos moviliza lo suficiente. Digo, que todo esté como está. Aquí, allá, en cualquier lado. Parece que nos hemos convertido en meros espectadores de nuestro fracaso, por resumirlo de un modo áspero. Nos sentimos consternadas un rato y seguimos, porque la rueda no para. Y así vamos, extrañadas y acostumbrados, paralizadas y despistados, sin saber muy bien a dónde. Aún así, a nuestro torpe y escueto modo, parece que somos felices. ¿Por qué no? En fin. No sé que podemos, debemos, tenemos que hacer. ¿Una revolución? ¿Acaso es posible? Ni idea. Yo vivo en la incertidumbre y aquí, ya sabes, las respuestas escasean. ¿Qué será de ti mañana? Me pregunta un amigo. Yo sonrío, como siempre, ante todo, como si resistir consistiera en eso. No lo sé y además no importa, respondo. Mañana es tan lejos que todavía no existe.