Las madres de la Agrupación Amanda no tienen claro que sus hijas, que sus hijos, sean trans. Son conscientes de cómo se ha disparado repentinamente la disforia de género en adolescentes y saben que la incidencia de casos ahora mismo es descomunal. Por eso cuestionan que el autodiagnóstico sea suficiente.

Llevan meses pidiendo un debate sobre la futura ley Trans estatal. El pasado 8 de octubre viajaron a Madrid, desde todos los puntos del Estado, para ser escuchadas en el Colegio Oficial de Médicos, y luego estuvieron, a las 13.00, en la plaza del Museo Reina Sofía, donde covocaron a todas.

Tienen muchas dudas sobre los protocolos que los especialistas deberían seguir, por ejemplo, con una chica que no ha dado síntomas de sentirse hombre jamás pero llega a la consulta convencida de que no es una mujer y exige que no se la cuestione.

Si la chica se declara transexual, entraría en un proceso afirmativo que no permite ni siquiera la exploración psicológica y accedería directamente a soluciones médicas irreversibles sin que sus madres y padres puedan hacer nada por cuestionarlo o pedirle que se lo replantee.

Porque, además, desde que ha entrado en juego la identidad de género y sus múltiples etiquetas (cis, trans, no binario, fluido…), en cuya definición se mezclan y se tergiversan conceptos como sexo, género y orientación sexual, se ha creado una enorme confusión entre menores y adolescentes, de manera que, a fecha de hoy, ser trans se ha convertido en una especie de moda que se contagia por las redes sociales como una forma de sentirse transgresor, diferente, original, único y especial.

Las madres de Amanda hablan de la disforia de inicio rápido (DGIR), que aparece por primera vez en la adolescencia de manera bastante repentina y suele darse especialmente en los adolescentes que pueden tener condiciones que las hacen más vulnerables. De cada 10 casos, siete se dan en chicas, o sea, que afecta el doble a las chicas que a lo chicos.

Hay que tener en cuenta que si una menor inicia la transición con bloqueadores hormonales, que afectan a su desarrollo físico y a su proceso madurativo, casi con seguridad continuará hacia las hormonas cruzadas y hacia las cirugías y las amputaciones como las mastectomías e histerectomías. No es poca broma. Son decisiones que afectan a toda la vida.

Sin embargo, cada vez aparecen más casos de adolescentes que, pasada la euforia inicial, se encuentran con que la transición no soluciona sus dificultades y, en muchos casos, las agrava. De hecho, la disforia de género se supera en un porcentaje elevadísimo de los casos una vez superada la adolescencia. La comunidad de detransicionadores está creciendo rápidamente a medida que más y más jóvenes se dan cuenta de que recibieron atención médica inadecuada.

Las madres de Amanda no suelen salir en medios de comunicación ni dan conferencias. No se muestran en público, porque temen que sus hijos e hijas las descubran. No quieren que sepan que están dando la batalla por miedo a que no entiendan su postura y el vínculo familiar quede dañado.

Pero sí piden prudencia. Quieren que, antes de iniciar o acometer soluciones médicas y quirúrgicas de carácter irreversible, se conozcan las causas que llevan a cada adolescente a afirmar que es trans, que no se dé por bueno el autodiagnóstico y ya está, porque quizá el autodiagnóstico sea fruto del contagio social. Piden que cada hija, que cada hijo, tenga toda la atención precisa, que se les permita abordar la situación con ayuda profesional. Piden que les dejen buscar para sus hijos soluciones que no necesariamente tienen que ser dañinas ni irreversibles para su integridad física y mental.

Las madres de Amanda siguen de cerca lo que está pasando ahora mismo en el Reino Unido y piden, por favor, que no vayamos a donde ellos ya lamentan haber estado, porque ya están viendo los resultados criminales del experimento que se está haciendo con seres humanos. Y piden a los políticos y a las políticas que no lo ignoren, que no miren hacia otro lado.

Y piden también que no se anime a los menores, muchas veces con salud mental precaria, a tomar decisiones cuyas consecuencias no son capaces si quiera de imaginar. Proteger a sus hijas, a sus hijos, de las decisiones irreversibles es amor por ellos y por su integridad física y mental. Promover apartar a los críos de sus familias debería ser ilegal.

Amanda viene de amar.