Ante la carta publicada en su periódico por el señor Pablo Salobre Valois con referencia a las concentraciones que tuvieron lugar ante el centro integral de atención a personas sin hogar, de propiedad pública y gestión privada querría puntualizar lo siguiente.

El domingo, después de que supuestamente se hubiera puesto en marcha el protocolo por frío establecido por el propio Ayuntamiento de Pamplona y constatar que no se estaba cumpliendo ya que varias personas que dormían en la calle habían sido rechazadas en días anteriores, varias personas, algunas pertenecientes a distintas ONGs y otras, como yo, a título personal, nos presentamos frente a este centro y fuera de su perímetro, para pedir de forma pacífica que se cumpliera el protocolo. Fueron dos horas de gestiones con todo tipo de trabas hasta que una representante del Ayuntamiento se presentó en la concentración y con una prepotencia y una mala educación manifiesta nos dice a los allí congregados que no sabía qué hacíamos ya que el protocolo estaba funcionando. Al final fueron alojadas seis personas y otras tres acompañadas por la Policía Municipal a un hostal en Noáin donde se les facilitó cena y desayuno al día siguiente.

El lunes, un día más frío y lluvioso que el anterior, volvimos a concentrarnos para pedir que las 15 personas sin hogar que había fuera fueran alojadas (no docenas, como dice este señor). Estas personas eran de distintas nacionalidades, tres de ellas españolas, varias marroquís y otras tantas argelinas (país que desde hace 40 años acoge a los refugiados saharauis). Tres horas estuvimos a la intemperie esperando a que se les alojara. Siete personas entraron y nueve quedaron fuera y se les facilitó (a las diez menos cuarto de la noche) alojamiento en el hostal sin cena ni desayuno y sin transporte, siendo las personas que les estábamos acompañando las que tuvimos que facilitarles dinero para el transporte a unos y llevando a otros en nuestros coches, además de comprarles algo para cenar ya que el hostal recibió la orden de no darles ni cena ni desayuno. Dos de esas personas eran mujeres españolas, que a pesar de que había alojamiento en el centro se les envió a Noáin.

La dignidad humana no tiene color, ni sexo, ni nacionalidad, y como contribuyente me preocupa mucho que no se cumplan los servicios pagados con nuestros impuestos y que las personas más vulnerables puedan estar en manos de gente con este peligroso barniz que raya la xenofobia.